Resulta que el equipo jugó un amistoso contra un combinado del ascenso hace dos mil años y el utilero se olvidó de llevar el bolso con las camisetas, entonces tuvo que salir de apuro a conseguir cualquier cosa que se pareciera a una remera. Y los cráneos de las marcas ahora convierten ese contratiempo en un gran negocio gracias a esos hinchas que no sienten vergüenza de ponerse cualquier cosa.