Las manifestaciones públicas de esos grupos son ahora más abiertas que en las décadas de 1980 y 1990; no hacen ningún esfuerzo por ocultar sus fines. El racismo institucional dentro de los organismos encargados de hacer cumplir la ley significa que si estos fundamentalistas participan en actividades ilegales, es menos probable que estén bajo sospecha, en comparación con los militantes que no son blancos. Provienen de la mayoría cristiana blanca, por lo que de manera natural cuentan con bases más amplias en las que reclutar y mayores cámaras de eco para justificar y amplificar su mensaje.